lunes, 29 de agosto de 2011

Harry Potter y el Sextante de Plata. (Nuestro) Capítulo 8.

¡Buenas, amigos rebeldes! Ya han publicado en BH el capítulo 8 del Sextante de Plata, lamentablemente no ha sido el escrito por las chicas de la A.P.U.M.C.T.Z.D.N.Y.U.C.E.T.C. pero por petición popular (y los ánimos de Aki) podrán leerlo a continuación. Solo hemos de pedirles un pequeño favor antes de que comiencen a leer, aparte de que olviden aquel que leyeron en Blog Hogwarts porque esto es la continuación del capítulo 7 hemos de decirles que: POR FAVOR, NO POSTEEN EN BH HABLANDO DE NUESTRO CAPÍTULO, SI LES GUSTA MÁS O MENOS PARA EVITARNOS POSIBLES PROBLEMAS INNECESARIOS.

                                                                   El encuentro.
- Por lo cual hemos coincidido en que se encuentra fuera de peligro y está en condiciones de volver a casa enseguida.
  Harry no podía creérselo, por fin una buena noticia. A su derecha, Ron abrió la boca como queriendo preguntar algo que el Medimago se hubiera pasado por alto a la vez que Hermione apretaba la mano de Ginny, sonriente.
  La señora Weasley dio varias palmaditas y no perdió más tiempo en ayudar a su hija a recoger sus pertenencias.
- Te dije que todo se arreglaría-le susurró Hermione con una significativa mirada, pero Harry no la escuchó pues fue enseguida al lado de Ginny para ayudarla a levantarse.
  Al colocarle la chaqueta no pudo evitar acariciarle el cuello, que se erguía, suave y blanco de nuevo, sin rastro de que ninguna maldición le hubiera tocado jamás. Ginny se dio la vuelta y acarició suavemente la mejilla de su marido:
- Estoy bien ¿vale?-sus ojos le sonreían pero, por una milésima de segundo, a Harry le pareció que estos se volvían fríos y duros.
- Harry cariño, coge esas bolsas y ayuda a Arthur a llevarlas al coche, por favor – le pidió amablemente la señora Weasley mientras se llevaba a su hija, cuyos ojos adoptaron de nuevo su tono normal, esta vez transmitiéndoles una disculpa. Por muchos años que pasaran y por muy contentos que estuvieran los Weasley con su unión, la madre de Ron seguía sin tolerar momentos íntimos entre las parejas que podían promover “actos fuera de lugar” en una reunión familiar, como le gustaba decir.
- Enseguida señora Weasley – asintió Harry.
  Al darse la vuelta se encontró con un colorado Ron que cargaba con las bolsas de regalos que los numerosos Weasley habían enviado a Ginny durante su estancia, así como un ramo de flores perennes de los padres de Hermione, que ella misma sugirió, grandes paquetes de Grageas Berttie Bott de todos los sabores y ranas de chocolate; la mayoría devoradas por Ron a escondidas de su esposa, regalo de Albus, James y Hugo. En cambio, las pequeñas brujas habían optado por reunir su dinero e, inocentes ante la ironía del detalle, Lily , acompañada de la vieja y cansada Tía Muriel, había comprado en Flourish & Blotts el nuevo súper ventas de Gilderoy Lockhart: La sonrisa más encantadora a prueba de la cámara de los secretos, cuya fama fue impulsada debido a que logró escribirla en los momentos de lucidez que embargaban su mente, durante su estancia en San Mungo.
- Ya podría aparecer Malfoy para ayudarnos ahora-resopló Ron mientras pasaba a su amigo la bolsa con las cosas de Ginny. Hermione al escucharle abrió la boca, extrañada, pero cuando los ojos le empezaron a salir de las órbitas Harry supo que lo había comprendido.
- ¡¿Visteis a Malfoy en Sortilegios Weasley?!-Harry le hizo un gesto para que se callara porque Ginny ya había mirado hacia atrás al oír el grito de Hermione, aunque no consiguió comprender lo que decía.  Enseguida la chica se llevó una mano a la boca mientras Ron reía por lo bajo.
- Luego Hermione-susurró Harry haciendo un gesto con la cabeza en dirección a los Weasley.
 En la entrada del hospital se separaron, pues los señores Weasley se desaparecieron, luego iban a ir a visitar a George mientras que Ron conduciría hasta casa de Harry dado que habían convenido que Ginny aun estaba demasiado débil para aparecerse, por mucho que discrepase la enferma. Así que, tras un viaje en carretera lleno de quejas de Hermione ante los hechizos que su marido intentaba hacer a los otros conductores para avanzar más rápido, llegaron a casa de los Potter donde dejaron a Ginny en su habitación para que descansara un poco más y sintieron su fulminante mirada mientras bajaban al salón, como si aun la tratarán como a la bruja menor de edad que no estaba preparada para la batalla.
  Una vez en el salón, Hermione se dirigió hacia el centro, se dio la vuelta rápidamente y extendió las manos en un mudo grito de “¿qué diablo significa esto?”
- No lo sé Hermione, estaba escuchando la pista de Verity cuando apareció Malfoy, estamos tan sorprendidos como tú.
- A ese idiota siempre le ha gustado hacerse el héroe-dijo Ron desde el sofá-a lo mejor ha pensado que salvándonos a los tres de golpe no nos debería nada de la vez que le salvámos el cuello en Hogwarts.- Por un momento todos se quedaron con la mirada perdida recordando ese día y Ron movió el puño como reviviendo el puñetazo que le lanzó bajo la capa invisible.
- Está bien olvidemos a Malfoy-suspiró Hermione-tampoco debemos preocuparnos por George, dijeron que se recuperaría rápido, Angelina está con él y también tu padres Ron-él asintió- ¿qué dijo Verity, Harry?
- Algo sobre el caos que sembraron Salazar, Grindelwald y Voldemort…
- Claro, entre los sangre impura-interrumpió Hermione.
- Que seré el responsable de su victoria-Hermione abrió la boca para contestar pero Harry se le adelantó-supongo que creen que matándome vencerán.
- Me encanta tu facilidad de hacer amigos, tío-sonrió Ron.
- Y que el resultado de los dos sucesos anteriores llevaría al cuarto, esa es la parte que se refiere al sextante-esta última palabra la dijo como si fuera una palabrota, pues ya odiaba ese maldito artilugio que cada vez le llevaba a sucesos aun peores.
  Hermione se quedó pensativa durante un instante, luego dio un gritito, sonrió y empezó a rebuscar por los cajones.
- Odio cuando hace eso-le dijo Ron a Harry, aunque no pudo evitar mirarla tiernamente, con una sonrisa.  Finalmente, Hermione se sentó en el sillón, junto a Ron, y empezó a garabatear-Hermione…-empezó Ron.
- Es muy sencillo “el resultado de los dos sucesos anteriores llevará al cuarto”-recitó-solo hay que sumar los grados que pusimos en el sextante y que nos llevaron al accidente de Ginny más los que dieron como resultado el ataque de George-Harry y Ron se miraron y se encogieron de hombros a la vez mientras Hermione murmuraba-150 más 19 es igual a 169º. ¡Ese es el resultado!-sonrió expectante por haber resuelto de nuevo otra pista más, sin embargo Harry desvió la mirada de su amiga, pensando en a quién atacarían esta vez, que vida volvería a correr peligro por culpa de Harry Potter. Hermione pareció darse cuenta de que aquello no era motivo de alegría.
- Harry… sabes que por mucho que lo atrasemos eso no va a detener a quien sea que está detrás de todo esto-le dijo Ron comprensivo. Él asintió.
  Hermione colocó el sextante sobre la mesita y lo ajustó a 169º a la vez que Harry lo sujetaba con la mano, listo para lo que se le viniera encima. A golpe de clic, el sextante se ajustó, pero esta vez Harry no tuvo tiempo de acercarse a ver quién sería el próximo en ser atacado porque el objeto emitió un resplandor azulado muy familiar. Un traslador:
- ¡Ron!-gritó Harry, que no había soltado el sextante, mientras se apartaba. Su amigo alargó rápidamente la mano y lograr tocarlo justo en el momento en que todos sintieron aquel familiar tirón justo bajo el ombligo.
  Al aparecer, perdieron el equilibrio y el sextante cayó al suelo, cerca de la cabeza de Ron que se encontraba a los pies de Harry, aplastado por Hermione que enseguida se levantó, ruborizada, y ayudó a los chicos a ponerse en pie.
- Cada día odio más a ese chisme-se quejó Ron mientras se frotaba la cabeza.
  Harry miró a su alrededor, se encontraban rodeados de árboles, sobre un suelo de hojas secas y apenas un rayo de sol lograba colarse entre las tupidas hojas.
- No puede ser…-murmuró Hermione-según la Historia de Hogwarts nadie puede…
- Aparecerse en los terrenos del castillo-completaron Harry y Ron al unísono. La chica sonrió avergonzada, de nuevo se sentían como aquellos niños que crecieron tan deprisa, resolviendo un nuevo misterio en el Bosque Prohibido.
  Un crujido cercano les hizo volver a la realidad en un instante. Harry sacó su varita, y Ron y Hermione le imitaron, inspeccionando la zona. Si el sextante les había llevado ahí puede que significara que la hora de acabar con él hubiera llegado. Avanzaron en silencio unos pasos, pero entonces Ron le detuvo poniéndole la mano en el pecho y señaló a un punto cercano al camino: una figura negra, no muy alta, avanzaba entre los árboles. Al detenerse el trío, también lo hizo ésta. Harry echó un vistazo a sus dos amigos, Hermione fruncía los labios, preocupada, pero con un mudo asentimiento, los tres continuaron hacia la figura; que volvió a ponerse en marcha, entre la espesura del bosque, con la sensación de que miles de ojos grababan cada uno de sus movimientos.
  Por fin, llegaron a un claro en el bosque, el trío aguardó entre los arbustos mientras la figura siguió caminando hacia el centro del claro, se dio la vuelta revelando una cara cubierta por una máscara plateada y extendió una mano en dirección hacia Harry mientras con una aguda voz femenina dijo:
- Muchas muertes tienes ya sobre tu conciencia, Harry Potter, y otras irán llegando si no remedias tu torpeza. Únete a él como ya tuviste oportunidad en el pasado, encuentra la senda correcta. Ven conmigo ahora.
- ¿Quién eres?¿Qué te ha prometido?-preguntó Harry avanzando un paso. La mortífaga ladeó la cabeza.
- Él es grande Harry Potter pero no perdona la ignorancia, no necesitas más vidas inocentes en tu conciencia.
- Jamás me uniré a vosotros.-sentenció, apuntándole con la varita.
- Los lirios rosas siempre marchitan primero-sonrió, acto seguido desapareció.
  Los tres amigos se quedaron boquiabiertos un instante, mientras sus mentes trabajan a toda velocidad: “los lirios rosas…”
- ¡Lily! ¡Rose!-exclamaron al unísono. Entonces varias cosas sucedieron a la vez: Ron intentó aparecerse pero le fue imposible y rebotó hacia atrás, empujando a Harry que corría en dirección a Hogwarts mientras que Hermione perdía el equilibrio, pues se le había roto el tacón de sus zapatos pero, rápidamente, los transformó en unas cómodas deportivas y, con un sencillo hechizo detuvo la caída de Harry y Ron que se incorporaron y juntos emprendieron la carrera más larga de sus vidas para salvar la de sus hijos.
  Se detuvieron frente a la gárgola del despacho de McGonagall.
- Necesitamos ver a la directora.-urgió Harry.
- Está reunida en estos momentos deberán esperar-respondió la gárgola con voz cansada. Harry buscó en su chaqueta pero no encontró por ningún lado la tarjeta que demostraba que era del ministerio.
- Es importante-insistió Ron mostrándole la suya. La gárgola lo observó y se hizo a un lado, mostrando una escalera de caracol que no cesaba de subir.
- ¡Si pregunta decidle que no ha sido culpa mía!-gritó, pero ni siquiera Ron tuvo tiempo de hacer bromas al respecto.
  La puerta estaba cerrada pero Hermione, que había llegado la primera, demostrando la fuerza que tiene una madre en deportivas, abrió la puerta sin siquiera llamar pero se detuvo en el acto. Harry y Ron pasaron a su lado y comprobaron que efectivamente, la profesora McGonagall tenía compañía. Junto a ella se encontraba un joven de unos veinte años que vestía una simple camiseta lisa y unos vaqueros, pero aun así se podía observar su atractivo bajo la tela. La directora reía tontamente, apoyada en su escritorio, pero cuando entraron su expresión cambió de la sorpresa al desconcierto. El joven, al ver que había perdido su atención, se dio la vuelta y los miró con unos ojos sorprendentemente azules que contrastaban con su cabello negro.
- Profesora-llamó Hermione, recuperando la movilidad y apartando la mirada del misterioso joven-hemos visto…-los tres se morían por hablar, pero no sabían si era seguro estando presente aquel desconocido.  McGonagall pareció comprenderles porque enseguida replicó:
- Tranquilos este es Damon Dolohov, le ayudé a conseguir un empleo en la Sala de la Muerte, solo había venido para agradecérmelo podéis hablar-Damon inclino la cabeza con un sonrisa.
- ¿Dolohov?¿En el ministerio? Pero si Edgard Dolohov es… -soltó Harry sin pensar.
- Mi hermano-cortó Damon.
- Potter no empieces-interrumpió McGonagall-no deberías juzgar a nadie por su apellido y tú deberías saberlo ¿acaso no conociste a un honorable Black?-por un segundo la imagen de su padrino le sonrió desde la casa de Grinmauld Place, mientras cantaba villancicos y daba de comer a Buckbeack.
- Maldita sea profesora-estalló Ron, sin pensar-¡hemos visto a uno de esos mini-mortífagos que aparecieron en la tienda de Sortilegios Weasley!
- ¿Mini…?-se extrañó la profesora McGonagall-¿qué estás diciendo Weasley?
- ¡Qué alguien ha amenazado a nuestros hijos y seguramente también atacará a otros alumnos de Hogwarts!-explicó Hermione. No hizo falta más, cuatro gatos plateados surgieron de su varita y se dirigieron en diferentes direcciones.
- He avisado a los jefes de las casas, todos los alumnos volverán a sus salas comunes, anteriormente registradas, nadie podrá salir, llevaos a vuestros hijos, rápido, y avisad al ministro, nos reuniremos en el Gran Comedor dentro de veinte minutos-y acto seguido avanzó rápidamente hacia la puerta de su despacho haciendo ondear su túnica, pero se detuvo dándose la vuelta-lleváoslo con vosotros-añadió señalando a Damon-será de gran ayuda no sabemos que más nos podemos encontrar-su anciano rostro reflejó por un instante cada año que le pesaba-¡sin quejas Potter! Ya hemos tenido bastantes prejuicios-replicó recuperando la compostura.
  Damon se acercó y Hermione le dirigió una tímida sonrisa a la que él respondió estirando un lado de la comisura de sus labios.
- Deprisa-dijo Ron sacando a Hermione de la habitación y lanzándole una mirada de desconfianza a Damon.
  Los cuatro bajaron las escaleras corriendo, pero no hizo falta buscar a sus hijos porque al doblar la esquina Harry sintió el impacto de dos pequeñas moles en su estómago.
- ¡Papá la profesora McGonagall nos dijo que estabas aquí!-gritó Albus dando saltitos alrededor de su padre.
- Sí ¿Qué ocurre?-preguntó James haciendo su papel de chico mayor intentando que no se notase demasiado cuánto le echaba de menos. A su izquierda Ron y Hermione, miraban entre la multitud de jóvenes alumnos que iban a su siguiente clase, pero sin encontrar aun a Rose y Hugo. Harry se les acercó y susurró:
- Tengo que ir a buscar a Lily, está en casa de Tía Muriel pero prefiero que se quede con Ginny en casa, me los llevaré también a ellos.-Hermione asintió.
- Ve con él Ron, mientras buscaré a nuestros hijos.
- No pienso dejarte aquí sola-negó él.
- Lily también podría estar en peligro deberías llevar a Albus y James a casa mientras el va por ella-insistió Hermione-además hay que avisar a Kingsley.
- Si quieres puedo llevarles con tu mujer, Harry-interrumpió Damon, que se había inclinado sobre el grupo y les miraba seriamente, con ojos brillantes como un lago a mediodía.
  Harry dudó, acababa de conocerle, pero la situación era crítica y volvió a escuchar la voz de McGonagall “no debería juzgar a nadie por su apellido… Ya hemos tenido bastante prejuicios”.
- Está bien-aceptó a regañadientes. Damon asintió.-Ron tú avisa a Kingsley-el pelirrojo asintió se dio la vuelta y vio a Hermione perdida en algún punto de la nuca de Dolohov.
- Maldición…-cogió a su esposa por la cintura, la atrajo hacia sí y la besó como en aquellas navidades de hacía dos años en las que Victor Krum fue invitado a cenar.
  Un amago de sonrisa se dibujó en el rostro de Damon que cogió a Albus y James de la mano mientras Harry les asentía, inspirándoles confianza. Dejaron a Hermione entre la multitud de estudiantes y una vez en las rejas del castillo se desaparecieron.
  En casa de Tía Muriel Harry comrpobó que Lily estaba en perfectas condiciones, dejando a un lado la extraña alimentación a la que tenía sometida a la pequeña, por lo que se sintió muy contenta al ver a su padre allí, dispuesto a llevársela a casa.
  No tardaron nada en recoger sus cosas y en unos minutos ya estaban en la puerta de la casa de los Potter.
- Tus hermanos deben de estar arriba-le dijo Harry con cariño y la abrazó. Lily sonrió.
- Espero que James no me haya traído otra de esas pinzas saltarinas que siempre van hacia mi nariz-murmuró mientras se frotaba la misma y subió corriendo las escaleras.
  Harry echó un vistazo alrededor, había un jarrón roto en el suelo y la alfombra tenía doblada una de las esquinas. Se imaginó lo peor.
- ¿Ginny?-llamó mientras corría hacia la puerta de la cocina, al fondo de la habitación.
  La abrió de un portazo, exhausto, lo que vio le dejó sin palabras. Ginny estaba sentada sobre la encimera de la cocina y Damon pegado a ella, con una mano bajo el rojo cabello de su esposa, en la nuca, y la otra apoyada en el mueble, haciéndole doblar el cuello suavemente, dirigiendo su boca hacia la suya, abiertas las dos.
  El monstruo que llevaba plácidamente dormida desde finales de sexto curso, despertó, más poderos que nunca. Sacó su varita y apuntó a la espalda de Damon.
- ¿Qué diablos…?
- ¡Harry!-saltó Ginny sonriendo, como despertando de un trance, se bajó de la encimera y saltó hacia Harry abrazándole. El chico se quedó en blanco, ¿acababa de pillarla a punto de engañarle y así le saludaba?-Damon me dijo que ibas a traer a Lily voy a verla-le besó y fue hacia las escaleras dando saltitos.
Harry no sabía que pensar. Damon se dio la vuelta, despacio, mirando con pena el lugar por el que Ginny se había marchado.
- ¿Se te hace muy difícil amarla?-le preguntó de repente.
- No.-sentenció Harry extrañado pero firme, ¿Cómo podría ser difícil amar a alguien como ella?-escúchame bien, no sé qué pretendes pero más te vale mantenerte alejado de ella o…
- ¿Lo sabes?-de nuevo preguntas extrañas.
- Acabo de veros a los dos sobre la encimera como si…-comenzó Harry pero un grito proveniente del piso de arriba le interrumpió: Lily.
  Ambos corrieron escaleras arriba, varita en mano.
- ¡Lily!-exclamó Harry abriéndose paso hasta el cuarto de su hija. Pero no era ningún mortífago ni mago oscuro el que le estaba dañando. Albus y James se encogían horrorizados, aferrando sus varitas con manos temblorosas, sin saber qué hacer.
  Ginny estaba arrodillada frente a su hija, asfixiándola.
- No…-susurró-No ¡Ginny!- si no la detenía ambos se arrepentirían de ello. Se abalanzó sobre ellas, pero por más que lo intentaba no lograba que las manos de su esposa liberase el cuello de Lily, y sus ojos… parecían ver sin ver. Entonces apareció Damon que con sorprendente fuerza ayudó a Harry a liberar a la pequeña, que cada vez estaba más colorada y tumbó a Ginny sobre el suelo, que miró a Harry con una sonrisa fiera y burlona.
- Qué suerte has tenido Harry Potter.- dijo con voz áspera y pegajosa. Damon la sujetó con más fuerza para poder atarla con su varita.
- A esto me refería-dijo poniéndose en pie-Está poseída.


¡Y hasta aquí el capítulo 8 de Harry Potter y el Sextante de Plata, esperamos que les haya gustado!
Solo una cosa más: ¡comentad, comentad y comentad!


Att:
Untiltheveryend.